26 diciembre 2008

Norma Jane

26 diciembre 2008
A los 12 años, cuando era sólo una adolescente en Los Ángeles, Norma Jean, se sorprendía de que los hombres volvieran bruscamente la cabeza a su paso con el peligro de romperse la nuca. A una edad en que cualquier niña apenas reconoce su propia sexualidad, ya se vio cercada por miradas de deseo que trepaban por su cuerpo como babosas: ésos fueron los primeros homenajes y también las primeras heridas que recibió, un hecho misterioso que al mismo tiempo la halagaba y la llenaba de pánico. Entre estos dos embates de admiración y lascivia comenzó Marilyn Monroe a ser zarandeada por la vida hasta la madrugada del 5 de agosto de 1962.

Mientras el alma de esta chica luchaba con mucha dificultad por abrirse paso hacia el exterior a través de un cuerpo explosivo, todos los hombres que se acercaban a ella a su vez detenían siempre en la superficie su viaje porque unas formas detonantes les impedía ir más allá. No guardaba dentro ningún tesoro especial, sino los traumas de una infancia muy breada, hija de un padre desconocido y de una madre esquizofrénica, que tuvo que ser recluida en un psiquiátrico, temía que la locura la visitara también a ella un día en medio de la gloria

Marilyn llegaba siempre tarde. Era su defecto más recurrente. Llegaba tarde a los rodajes, a las citas, a las fiestas. Una chica que temía la noche, a la que le gustaba hacer el amor de día y de pie, alejada del cliché de muñeca sin cerebro con el que muchos la veían.

Por supuesto. La chica que directores despreciaban por ser "demasiado Hollywood", claro que leía. Era una autodidacta plena. Viajaba con 400 volúmenes a cuestas y había estudiado ya a Freud con 21 años. La atracción fatal que esta gata herida ejercía no atiende a explicaciones racionales. Aquella mujer a quien, según su amigo Elia Kazan, "Hollywood tiró al suelo con las piernas abiertas", fascinó a intelectuales como el propio Miller o Truman Capote.

Cuando al final del camino el cuerpo de Marilyn ya no impedía llegar a su alma, el fotógrafo Bert Stern y la revista Vogue trataron de convencer a la estrella para que se sometiera a una sesión. Y aceptó. Bert Stern realizó las imágenes más desconocidas de un mito. El cuerpo más adorado de Norteamérica fue inmolado ante la cámara del fotógrafo dejando a la intemperie su alma lacerada. Fue el más humano de sus caprichos. El fotógrafo Bert Stern comenzó a sacrificar su cuerpo con 2.571 disparos de Hasselblad y a abrasarlo con fogonazos de magnesio hasta extraer todo el desamparo que llevaba dentro, con la espléndida belleza madura a punto de ajarse.

Poco antes de este último posado, le habían hecho una intervención de vesícula. La cicatriz que divide el vientre de Marilyn, lejos de romper el mito, es todo un homenaje a la humanidad. Entre ese costurón y el lunar por encima del labio está la historia de la mujer más deseada del mundo.

De negro. Así vio el mundo entero a Marilyn Monroe en la revista 'Vogue' el día después de la muerte de la actriz. La revista nunca se atrevió a publicar sus fotos con la cicatriz.

Fotografiar a Marilyn era como fotografiar la luz. Joyas, champaña, soledad. En este álbum de fotos, al desnudo de Marilyn se le ha evaporado el Chanel nº5, que era el único pijama con que dormía. Ahora aquel perfume sólo es su alma derrotada, bellísima.


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