Callada tú, marea.

Permaneces callada allí a lo lejos, lo suficiente para que yo no pueda tocarte, no tanto para que yo no pueda olvidarte, como un sueño, o como una pesadilla, estás ahí clavada en mis recuerdos. No dices nada, nunca dijistes nada. Un castigo por haber malvendido mis besos a la hoguera por una noche fría, engañado o no, un pecado que me marca con fuego el recuerdo de su cuerpo en mi cuerpo, como una huella, que no se borra. Por ti.

Sigues en silencio bajo tu manto, acurrucada esperando a que vuelva tiempo mejores. Cuánto tiempo llevas así, casi un año ya, y no me perdonas porque creí en mi mujer, la única rosa, mi único amor, y ahora que crece otra vez, algo nuevo en que creer, un sentimiento que guardar, para ser feliz, y volver a soñar, verdad que volverás.

Callada, ya te dije que eras mi marea, la que viene, y se va, estás conmigo porque yo te hice, yo te cree, te di nombre, un lugar, mi lugar. Te temo porque de ti depende mis días tanto o más que mis noches, depende este inexistente invierno, y de los besos que ahora tristemente regalo.

En silencio, estás esperando, a que vuelva a mi la felicidad, y como una marea, te la lleves, la arrastres al fondo, dejándome otraz en nada, otra vez en el olvido.