Ingratitud, esa dama española

La Ingratitud española, es tan dama y tan señora como la Envidia, son únicas y amigas, y nuestra historia no se entiende si ellas, siglos de historia nos contempla en cada piedra romana, o griega, fenicia, o de nuestros propios abuelos, de nuestros hermanos expulsados. Y ellas son más españolas esas ruinas.

Este año, de forma generalizada se está celebrando el bicentenario de la Guerra de la Independencia, en donde curas y garroteros se unieron, no bajo ideales de "igualité", sino algo más oscuro y difícil de entender hoy en día, las cadenas, y su tierra, su propia tierra, la tierra que les vio nacer, la misma donde murieron sus abuelos. Grandes héroes anónimos, ya no hubo ni validos ni ejércitos, ni espadones ni dictadores que escribieran la historia en ese momento, y creo, que por eso ha caído en letargo olvido.

Blas de Lezo, fue un marino de reconocido talento y genialidad, cuya brillante carrera aseguró el dominio marítimo del Imperio Español durante 60 años más. Y, sin embargo, murió en el ingrato olvido. Uno más de tantos. Este gran hombre se permitió con tan solo un ojo, un brazo, y una pierna, hacer frente al ejercito naval más grande jamas reunido frente a las costas de Cartagena, solo superado en 1944, por la armada reunida en el desembarco de Normandía.

2.000 cañones dispuestos en 186 barcos, entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte, y 23.600 combatientes entre marinos, soldados y esclavos negros macheteros de Jamaica, más 4.000 reclutas traídos de las colonias del Norte, la armada invencible británica que humillaría la arrogancia (jaja) española, y en la esquina opuesta, un pújil de menor cuerpo, baste decir que las defensas de Cartagena no pasaban de 3.000 hombres entre tropa regular, milicianos, 600 indios flecheros traídos del interior, más la marinería y tropa de desembarco de los seis únicos navíos de guerra de los que disponía la ciudad: el Galicia que era la nave Capitana, el San Felipe, el San Carlos, el África el Dragón y el Conquistador. Pero al frente estaba Blas de Lezo.

Es curioso saber que tenemos una historia tan rica, o más, que Francia, o Inglaterra, por decir países viejos de Europa, y a penas salgamos de tres nombres mal aprendidos en clase de historia, que creamos que España fue siempre un república hasta que apareció Franco, iodeputa para alguno, el OhmiDios para otros, que no salgamos de los visiblemente correcto, y prefiramos saber más como moja las canas Ana Obregón despechada por su exmaromo de veinte años menor que ella. Que saber qeu el cerezo, almendro, ajedrez, turrón, las lentejas, mandarinas y clementinas, por decir, vengan de otras culturas que no la bizarra del cristo todopoderoso de la cruz, y lloremos porque este año no halla salido su madre con la mantilla de oro porque la lluvia hace merma en su precida mantilla.

Fue la derrota más importante que tuvo nunca Inglaterra, la que le propinó este medio hombre, Blas de Lezo. Falleció al contraer la peste a los pocos meses de librar Cartagena. Pocos fueron los que acudieron a su entierro por temor a las represalias de Eslava, Virrey de la ciudad. Este último había tenido continuados enfrentamientos con Blas de Lezo a causa de las decisiones tomadas en la defensa de la ciudad durante el sitio inglés.

Lo dicho al principio, Ingratitud, y Envidia. Hermanas de esta pobre España.

Es una idea sacada de Histoiras con Histoira
Pero que a su vez es una iniciativa de la Guarida de Goyix

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Banda sonora: La música Notturna delle strade di Madrid (NO.6.op.30) de Boccherini