Cómo puedo decirte te quiero, y que lo sientas. Cómo puedo agarrarte yo la mano y no la sueltes nunca, jamás, ni por nadie ni por otros.
Dime que conmigo eres infeliz, que te hago daño, que no te doy a cada instante de un segundo lo que quieres, lo que callas. Dímelo, y me iré, no perderás tu vida, y yo, mi vida, en esta letra ni un segundo.
Tú eres mi mujer, yo no espero a nada ni quiero esperar, para que sirve el tiempo sino para malgastarlo en otras, en otros. No. No quiero esperar más, ni un días más para coger lo que es mío, tu cuerpo; tus pechos y tu alma, para que los alimente, los cuide, y les de alegría cada noche. Porque si compañera, conmigo serán noches los días por más que brille el sol, porque compañera, me vaciaré de besos y quemaré miles de velas, sudaré como ayer y te haré llorar, como lo sabes sentir, por placer.
Nuestros días serán noches, porque no habrá nada más en nuestras vidas que nosotros dos solos, acariciándonos, abrazándonos, y durmiendo juntos siempre.
A qué esperas mujer mía, no sientes cómo te amo, no sientes que soy capaz de darte en un beso todo mi aliento, y mi vida, no te compadeces que sea yo el odiado, aquella persona que te dañará por amarte como te amo, por amarte este instante y nunca esperar al mañana.
No sientes qué te amo.
Qué dudas, a quién esperas ahí parada, malgastando este tiempo regalado en vez de besarme. Qué esperas, acaso crees que el mañana te hará más fuerte, más sabia, y por ello sabrás lo que quieres. Mía, mujer mía, deja de esperar, no escuches más, no leas más, solo piensa porque llorabas ayer, o aquella otra noche, cuando mi mano te rozaba con fuerza tu cuerpo. Solo siéntelo, solo ámalo.
Y cuando quieras, cuando sientas ese fugaz momento de ayer, acurrúcate a mi lado, roza mi cuerpo, y destroza mi alma porque es lo que quiero.
Dime que conmigo eres infeliz, que te hago daño, que no te doy a cada instante de un segundo lo que quieres, lo que callas. Dímelo, y me iré, no perderás tu vida, y yo, mi vida, en esta letra ni un segundo.
Tú eres mi mujer, yo no espero a nada ni quiero esperar, para que sirve el tiempo sino para malgastarlo en otras, en otros. No. No quiero esperar más, ni un días más para coger lo que es mío, tu cuerpo; tus pechos y tu alma, para que los alimente, los cuide, y les de alegría cada noche. Porque si compañera, conmigo serán noches los días por más que brille el sol, porque compañera, me vaciaré de besos y quemaré miles de velas, sudaré como ayer y te haré llorar, como lo sabes sentir, por placer.
Nuestros días serán noches, porque no habrá nada más en nuestras vidas que nosotros dos solos, acariciándonos, abrazándonos, y durmiendo juntos siempre.
A qué esperas mujer mía, no sientes cómo te amo, no sientes que soy capaz de darte en un beso todo mi aliento, y mi vida, no te compadeces que sea yo el odiado, aquella persona que te dañará por amarte como te amo, por amarte este instante y nunca esperar al mañana.
No sientes qué te amo.
Qué dudas, a quién esperas ahí parada, malgastando este tiempo regalado en vez de besarme. Qué esperas, acaso crees que el mañana te hará más fuerte, más sabia, y por ello sabrás lo que quieres. Mía, mujer mía, deja de esperar, no escuches más, no leas más, solo piensa porque llorabas ayer, o aquella otra noche, cuando mi mano te rozaba con fuerza tu cuerpo. Solo siéntelo, solo ámalo.
Y cuando quieras, cuando sientas ese fugaz momento de ayer, acurrúcate a mi lado, roza mi cuerpo, y destroza mi alma porque es lo que quiero.
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